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Ingresé en la hermandad hacia 1979, ya me había contado mi madre cómo antiguamente se celebraba este día. Las alcaldesas gozaban ese día del privilegio del mando, mandaban las mujeres (como si los restantes días del año no lo hiciésemos). Los trajes típicos eran pocos, solo algunas familias se lo podían permitir económicamente, otros eran heredados de madres, abuelas etc. El bollo de las alcaldesas era mas casero, quizás mas escaso que ahora, pero era auténtico y esperado por todas.

A partir de los 80, esta hermandad comenzó a aumentar, las casadas más jóvenes pasamos a incrementar la lista donde sólo quedaban las más antiguas. La festividad de Santa Águeda, con la incorporación de las jóvenes, retomó las antiguas costumbres de nuestras madres y abuelas y la evolución de los años presentes con la frescura y transparencia de la mujer joven y emprendedora. Así, ahora sus integrantes poseen su propio traje típico, el bollo de años atrás se ha convertido en un casi almuerzo donde no falta de Nuestra comida de hermandad servida hasta hoy por el restaurante Hilaria, es un autentico festín; allí al termino de los postres se realiza el sorteo de regalos donados por los comerciantes, momentos de incertidumbre por si toca algo. Es el momento de entrar en escena Luci, alma del sorteo, con sus comentarios al sacar los números nos hace reír hasta la saciedad. Sus ocurrencias son geniales. Algún día tendremos que reconocérselo públicamente, porque sin ella y sus ayudantes el sorteo no tendría la expectación que actualmente tiene: “Gracias Luci”.

Después de la comida llega el paseo por el pueblo recogiendo donativos para la hermandad y la quema del pelele en la hoguera de los quintos, para terminar con el baile en el salón parroquial. Pero hay dos cosas fundamentales para la preparación del gran día de Santa Águeda, aparte de los actos religiosos: la novena y el chocolate, donde nos reunimos un puñado de mujeres y cada día tomamos la merienda en los distintos bares del pueblo.

Terminado el chocolate comienzan las cartas, “el chorizo” hace que aproximadamente dos horas estemos pendientes del as de bastos, fatídica carta que hace que las tardes de novena, se conviertan en una reunión de amigas donde se nos desata la lengua a la más pintada cuando vemos el as de bastos pasar por nuestras manos, camaradería, alegría, comunicación, esos días gozamos de todo.

Otra cosa imprescindible en esta fiesta es “la carretera”. Es después de la invitación por parte de las alcaldesas cuando salimos a la carretera para pedir la voluntad, parando a todos los coches que pasan y ofreciéndoles “la tajadilla” de chorizo o de lo que sea menester, acompañadas siempre por la música típica del tamboril y la gaita. Parar los coches y enseñarles nuestro traje, incluidos pololos, medias o incluso hacerte alguna foto con los viajeros, son cosas normales durante éste día, todo sea por “la voluntad”.

Así durante años seguimos reuniéndonos las mujeres de Valsaín o las casadas con algún hombre de este maravilloso pueblo, aunque hay que admitir que en los últimos años se han incorporado a la hermandad mujeres que no cumplen estos requisitos, pero que llevan gran parte de su vida viviendo en Valsaín. Para la celebración llegamos todas con nuestros trajes, de Madrid, de La Granja, de Segovia…, es igual, lo importante es que nos volvemos a ver, charlamos, bailamos y convertimos ese día en una fiesta donde todas intervenimos y colaboramos para que siga adelante con las generaciones venideras.

"Santa Agueda ayer y hoy"
Mercedes Quijada de la Peña
Crónicas Gabarreras nº 3, Agosto de 2004

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