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Una fría y nebulosa tarde de diciembre oíase gran algarabía entre el ramaje de los bosques de Valsaín. El gran señor se entregaba a los placeres de la caza. Cuatro grandes podencos seguían furiosos a un jabalí a poca distancia del caballero feudal. En ese momento salió por el lado opuesto una vieja repugnante que le dijo: Bien llegado, donoso mancebo, vuestra puntería hirió al jabalí pero no está donde suponéis. Venid conmigo, apuesto galán y yo os entregaré el triunfo.

Internándose en el bosque llegaron hasta una caverna, lugar donde ella habitaba, que poseía una decoración sobrenatural. Llegaron a una vasta galería donde se oían ruidos. Se abrió una preciosa puerta de cristal de roca y se presentó ante él, la más seductora criatura, la bellísima Kora. La bruja se había ido y se quedaron solos.

Ella le habló: Vuestra presencia aquí demuestra claramente un corazón generoso y magnánimo. Mi capricho y voluntad se cumplen y sin embargo, soy muy desdichada, ignoro los años que llevo aquí encerrada. Si sois tan afortunado de volver con vuestra familia no me olvidéis, y confío en que rompáis las cadenas de mi esclavitud.

A partir de ese día, el caballero salía cada mañana del castillo de Valsaín pero un día no volvió. Una tormentosa noche se oyeron gritos y los guardas del castillo, a pesar del temporal, llegaron hasta la Laguna de Peñalara, de cuyo fondo procedían tales gritos. De súbito, el lago se iluminó y salieron dos monstruos tirando de una carroza que llevaba a Kora y al caballero. La bruja con aires de satisfacción contemplaba a los dos amantes. De todas partes del lago salían horribles reptiles y monstruos. Era un cuadro diabólico y pavoroso. Los guardas retrocedieron asustados y desde entonces se asegura que bajo el lago se encuentra el palacio de los Encantos, donde brujas y hechiceros se reúnen y Kora y su amante yacen cautivos.

©Pedro de la Peña García | devalsain.com